El Maravilloso Mundo del Sr. Sáez

Tengo una historia muy bonita con el Sr. Sáez, una historia que ya tiene pasado, presente y futuro, pero él no lo sabe (esto es verídico). El conocimiento es poder sí, pero vivir en la ignorancia es algo también muy dulce, muy “moscatelesco”, sobre todo para el que puede inventar sin dar explicaciones a los implicados. Dicho esto, a continuación se narra la historia del Sr. Saéz y un lugar rara avis en Valencia (esto será verídico parcialmente)

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De la serie “Paisajes”.

Venecia es idílica, es la magia. Venecia recuerda a Bellini, Giorgione y Tiziano cruzando el Ponte dei Tre Archi, también a Canaletto y a Guardi cartografiando su belleza para el recuerdo. Por eso quizá en tantos otros lugares la anhelan, la inventan y la recrean. Los londinenses tienen su Little Venice, en Los Ángeles (California) también tienen su Venice Beach, incluso los valencianos tienen su Pequeña Venecia, conocida oficialmente como Port Saplaya y está situada en las inmediaciones norte de la entrada a la ciudad, constituyendo parte de Alboraya. Tengo mis reservas en cuanto a esta última adaptación, pues en Port Saplaya no hay puentes, ni embarcaciones románticas, ni gondoleros, ni rayas, ni huele a café, ni hay carnavales, ni campaniles, ni se rumorea que algún día quedará inundada, ni muchas otras cosas infinitas (por eso no recuerda a Venecia).  Sí pasa, por otro lado, que tiene algo muy parecido a Murano en donde la chufa es la moraleja del cristal, por supuesto las casas tienen desconchones de humedades y los vecinos pequeños yates que mantener. Además, sus edificios se aglutinan en torno al canal de agua marina de manera que producen el efecto veduta en el que sale a relucir el albedrío colorístico que da luz al lugar (por eso, no es un embarcadero cualquiera).

 

De la serie “Objetos”

El Sr. Sáez nació en Castellón pero reside en Valencia, es fan de la pintura pura, un enamorado del color y de los objetos que le llaman poderosamente la atención. Ocurre, que cuando las cosas no le pasan desapercibidas las trabaja en un proceso pictórico muy suyo hasta convertirlas en  objetos que le llaman y que me llaman, que nos llaman. El Sr. Sáez permite a través de su trabajo que su obra muestre la evolución de una visión primitiva, es por tanto artista. Los indicios apuntan a que es un hombre muy viajado, que alguna vez estuvo en Venecia, lo cual me lleva a pensar que estaría de acuerdo conmigo en que Port Saplaya no merece tal distintivo.

Sin embargo, algo me dice cuando visito este lugar que el Sr. Sáez estuvo allí tomando fotos, y me lo imagino a mi lado, expresándonos sobre los colores de las casas y abstrayéndonos en objetos huérfanos mientras nos alejamos dibujando una perspectiva veneciana.

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De la serie “Escaleras”

Algunos de los objetos de este lugar que se me desvelan como esqueletos impertérritos son sus diversas escaleras.  Éstas recuerdan a las de Carlos Alcolea en su diálogo con la obra de David Hockney y si la usas en invierno el efecto visual es duchampiano. Bajas vestido por la escalera, te estiras, te sueltas y todo Port Saplaya gira en torno a ti, como desfragmentándose, desdoblándose, en un intento cubista.

De la serie “Espejo”

Parte de la evolución artística del Sr. Sáez procede de sus experimentos destinados a la reflexión con el color, uno de estos se me fue descubierto en una lectura furtiva. Decía el Sr. Sáez: “Justo eso le quería mostrar, se trata de un aparato de mi invención inspirado en el llamado espejo de Claude. Se supone que fue el lorenés quien lo inventó, pero posiblemente existía ya. En un principio se trataba de un espejo ligeramente esférico, de un tono ahumado que permitía distinguir los tonos luminosos con más precisión. Yo lo he sustituido por cristales que pueden ser intercambiados en la montura de unas gafas. Utilizo colores muy saturados. Mire el efecto.” Por la descripción de su invención, quizá el Sr. Sáez además de ser conocedor de la obra de Claudio de Lorena también debió leer en su infancia a L. Frank Baum y guardar en su inconsciente las excentricidades de su personaje principal. Todo está en todo… ¿no, Sr. Sáez?.

No obstante, puesto que la intuición en ocasiones necesita ser corroborada, y a falta de conocer algún día (espero que no muy lejano) al Sr. Sáez, obtuve pruebas convincentes  de que éste ha estado o hubiere gustado estar en Port Saplaya, convirtiendo un espejo cualquiera en un “espejo de Claude”. Como se muestra en las imágenes, lo que se obtiene es un juego en el que tu mano decide el argumento visual que quiere comunicar a tu mente. Una continuación inventada de edificios, colores y formas que aunque aparentemente absurdos, resultan de una belleza inestimable. Asunto que ejemplifica el Sr. Sáez cuando gusta decir: “Si quieres jugamos, pero yo soy el que corta la baraja.”

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De la serie “Acciones”

Aunque en este ensayo se dan a conocer algunas pistas autobiográficas del Sr. Sáez, he preferido no desvelar su identidad por completo, pues así mis quizás ganan en credibilidad y erotismo, algo esto último también muy del gusto del protagonista de este texto.  Concluyo pues con una recomendación a los visitantes de este lugar, cuando entren por sus arcos pónganse unas gafas especiales, apriétenlas con tornillos y dispónganse a oír, mirar, fotografiar, buscar, percibir, desear, caminar hacia la luz, robotizar objetos, experimentar o viajar en el tiempo, porque no estarán ustedes en una Venecia engañosa ni tampoco en un embarcadero cualquiera, sino que estarán entrando en el Maravilloso Mundo del Sr. Sáez y por ello han de estar a la altura.

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Un comentario en “El Maravilloso Mundo del Sr. Sáez

  1. Dux se puede ser hasta en la marjalería del Grao de Castelló. Pero la condición necesaria y suficiente viene a ser tener un apellido terminado en i. Incluso signore Saezi valdría.

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